martes, 27 de abril de 2010

40 Aniversario de una lucha contra Alcoa

Hoy hace 40 años, el 24 de abril de 1970, la más grande protesta estudiantil de la historia de Costa Rica culminó su larga lucha en contra de un contrato antipatriótico que concedía a la empresa ALCOA la explotación de la bauxita en el Valle del General, en condiciones de clara desventaja para el país.

Bajo el liderazgo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica, pero con una enorme participación de los estudiantes de secundaria de todo el área metropolitana, que desde tempranas horas de la mañana comenzaron a paralizar las lecciones en el Liceo de Costa Rica, el Liceo del Sur, el Instituto de Alajuela, el Vicente Lachner, el Liceo de Heredia y otros importante centros educativos, se concentró en Cuesta de Moras una enorme masa de estudiantes, y también de educadores que se habían sumado a la protesta nacional. La FEUCR había estudiado el proyecto durante más de un año y tenía sólidas razones para oponerse a una iniciativa contraria al interés nacional.

La lucha se sabía perdida pues el Gobierno tenía los votos suficientes para que el contrato-ley fuera aprobado en la Asamblea Legislativa, pero el Comité Nacional de Lucha contra ALCOA, a propuesta del padre Benjamín Nuñez, el sacerdote del pueblo, había convocado a una manifestación de luto por la entrega de los intereses nacionales, que voto tras voto, se iba a consolidar ese día para vergüenza de Costa Rica.

En la tribuna instalada frente al costado sur de la Asamblea abrió los discursos el Padre Nuñez con una emocionada intervención, como todas las suyas. El pequeño grupo de valientes diputados de Liberación Nacional que se habían levantado en contra de una contratación infame también fue haciendo uso de la palabra: don Rodrigo Carazo, entonces diputado liberacionista, don Fernando Volio Jiménez, don Jorge Luis Villanueva Badilla y esa gran mujer, esa gran dirigente, esa inolvidable liberacionista que se llamó Matilde Marín Chinchilla.

Todos levantaron su voz patriótica, dieron sus razones, explicaron su posición. Pero los votos estaban “amarrados” de antemano y el proyecto se aprobó. Los altoparlantes que transmitían los pormenores de la sesión a la calle, y a través de Radio Universitaria, confirmaron que el proyecto había sido aprobado, que la Patria había sido traicionada. Según se informó, a los pocos minutos el expediente había sido enviado en secreto a la Casa Presidencial, y el presidente Trejos había firmado de una vez el decreto legislativo, para evitar que se lo presionara para vetarlo. El contrato-ley era ya Ley de la República.

Un silencio sepulcral invadió la manifestación, y luego la indignación estalló en un solo rugido de miles de voces. La manifestación se convirtió en barricada, y miles de estudiantes comenzaron a avanzar hacia la Asamblea Legislativa. Pese a las bombas lacrimógenas y los batonazos de la policía, la marea humana se lanzó a la toma del edificio legislativo: invadió los jardines y los corredores, invadió los pasillos, invadió las oficinas y llegó a las puertas del Plenario. La corriente eléctrica fue cortada. Los diputados y empleados fueron desalojados de emergencia, y la policía ingresó armada a recuperar el edificio, en el que había surgido ya un conato de incendio.

Mientras tanto, el grueso de la manifestación protagonizaba una batalla campal en contra de la Fuerza Pública, y contingentes numerosos de estudiantes se habían lanzado hacia el oeste, con el propósito de tomar el periódico La Nación. Los carros volcados y los estañones incendiados se veían por doquier, y en cada esquina, piquetes de estudiantes con pañuelos mojados en la cara para contrarrestar los gases, convertían los adoquines en armas de combate.

A medianoche, con decenas de golpeados, hospitalizados y detenidos, y con el centro de la capital destrozado, la calma había sido impuesta de nuevo en la ciudad de San José.

El contrato-ley infame fue efectivamente aprobado, pero nunca jamás se pudo ejecutar. Un hito histórico había sido puesto en las calles josefinas, y en el altar de la Patria, por el movimiento estudiantil y popular ese 24 de abril de 1970, como un momento estelar y luminoso en la larga lucha del pueblo costarricense en su ascenso colectivo hacia la libertad. La historia de Costa Rica no volvería a ser igual.

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